PRESENCIA NOTICIAS
ACAYUCAN, VER.
Sin importar, frío, calor, los rayos del
sol o incluso la misma lluvia, veintidós almas entregadas a la mano de la
Virgen de Guadalupe, recorren vía carretera desde la Ciudad de México, hasta
llegar al estado Yajalón, Chiapas, su tierra natal, en su andar pasan por la
“Llave del Sureste”, en donde son recibidos en la iglesia San Martín.
A bordo de dos camioneta tipo Nissan,
estaquitas, los veintidós integrantes del contingente de la iglesia Santiago
Apóstol, se van guiando, se turnan para tomar la flama bendita que fue
encendida el día primero de diciembre en el templo mayor mariano, la Basílica
de la Guadalupe, en el antiguo cerro del Tepeyac.
Niños y adultos; seis mujeres y dieciséis
hombres, salieron desde el 30 de noviembre de sus casas, con la fe en lo más
alto, con las ganas inyectadas por la creencia religiosa, cada un con un motivo
distinto, una manda, una promesa que hay que cumplir, como desde hace siete
años vienen, cumpliendo.
De regreso cargan con los regalos para la
familia, estampas y estatuas de la Virgen Morena, celosamente cuidados, donde
les cae la noche duermen, no se preocupan por la comodidad, no importa lo duro
del suelo, importa que la flama bendita siga encendida, hasta llegar a su meta.
Es así como los peregrinos, llenos de fe y de
regocijo, recorren la principal carretera que une al sureste mexicano con el
resto del País, pasan por diferentes pueblos pero su meta es cumplirle a la
virgencita guadalupana, por eso apresuran el paso para llegar antes del 12 de
diciembre.
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