IMAGEN DEL GOLFO
ACAYUCAN, VER.
Para
sus familiares, sus amigos y allegados, parece que fue ayer cuando la
noticia de la desaparición de Gabriel Manuel Fonseca Hernández, caló
hasta los huesos, a “Cuco” se le vio por última vez consultando las
fuentes policiacas, aún parece que fue ayer que tomó el celular y
preguntó ¿Jefe, qué ha habido, qué 83 tienes por ahí?. Hoy cumple un año
como desaparecido.
A doce meses de la desaparición del reportero policiaco acayuqueño, las
indagatorias para el esclarecimiento del caso continúan como si fuera
ayer que dejó de caminar las calles en busca de la información, en busca
de una foto espontánea y noticiosa.
En 365 días, sus padres han pasado de la desesperación, el llanto, el
dolor a la demencia por no ver a su vástago llegar a casa de madrugada,
relatando todo lo que le sucedió durante el día, por no saber si aún
tiene vida, si está en otro lugar trabajando, si huyó de casa o de plano
está muerto y no tiene una tumba donde llorarle.
Para quienes conocieron de cerca al reportero de apenas 19 años de edad,
vecino de la colonia Morelos de esta ciudad, parece que fue ayer que lo
vieron caminar la calle Antonio Plaza para llegar a la Inspección de la
Policía Municipal y visitar su primera fuente y saber de los primeros
detenidos de la guardia.
Sin embargo, como si hubiera sucedido ayer, su padre Juan Fonseca
Aguirre y su madre Candelaria Hernández Ramos, tienen la firme esperanza
de algún día ver entrar en su humilde vivienda al “Negrito” como de
cariño ellos lo nombraban; pues como ellos dicen, si está vivo, queremos
que vuelva, que aquí tiene su casa, que si Dios los escucha le diga que
en la calle Adolfo López Mateos, donde nació y creció, lo están
esperando.
Su padre poco acude a lustrar zapatos en la esquina de Miguel Alemán e
Hidalgo, porque tiene que estar en casa cuidando a su mujer, la madre
afligida, quien enfermó tras la desaparición de su primogénito.
Su “Negrita”, como le decía el extraviado a su madre, no come, habla
sola, llora, sale por las madrugadas a deambular, esperando encontrar en
las frías y solitarias noches a su hijo, a su orgullo de hijo, aquél
que sólo alcanzó a terminar la secundaria y hoy no se sabe dónde está.
En ese lapso de tiempo, en la casa de Cuco ha sucedido una tragedia; y
quizá, en ayuda a los padres del joven reportero, llegó de parte del
Gobierno del Estado, material de construcción: blocks, cemento y láminas
para edificar una pequeña casa, que tanto anhelaba Cuco regalar a sus
padres, aunque hoy no esté.
Hoy, como si fuera ayer que Gabriel Manuel Fonseca Hernández estaba
aquí, se seguirá recordando a “Cuco”, hoy como ayer se seguirá exigiendo
a las autoridades que el caso quedé claro y no olvidado.
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